“And above all, watch with glittering eyes the whole
world around you because the greatest secrets are always hidden in the most
unlikely places. Those who don't believe in magic will never find it.”
«Ante
todo, observa con ojos relucientes el mundo que te rodea, porque los mejores
secretos siempre se esconden en los lugares más insospechados. Aquellos que no
creen en la magia nunca la encontrarán.»
Roald
Dahl
o tendría que estar allí. Un extraño impulso le había
llevado hasta Bishopsgate, pero ahora que podía pensar en frío, todo le parecía
una locura. No la iban a creer. Entre aquella gente predominaba la fría lógica,
y lo místico no tenía cabida en su mundo personal. La tomarían por una
lunática. ¡Ja! ¡Una lunática! ¿Acaso no lo era?
Agatha se rió de su propio
chiste. Todavía estaba a tiempo de salir de la comisaría de policía y mantener
su dignidad. Se inclinó hacia delante en la dirección que había tomado el
policía que la había atendido. En aquel pasillo solo había dos puertas. ¿Pero
cuál había atravesado ese hombre? No la había tomado muy en serio, y eso a
pesar de que no había encontrado el valor para decirle la verdad. ¿Tendría más
suerte con el inspector? No lo tenía muy claro.
— Eh, sí —idiota, pensó, ¿cómo
iba a recibirte el inspector? Por lo menos su ayudante parecía agradable… y
guapo. ¡Agatha, concéntrate!—. Soy yo.
— Soy el inspector Richard
Rowland, y este es el agente Warren MacAvoy. Si tiene la amabilidad de
acompañarme a mi despacho…
— Claro—¡Vaya!—, inspector.
Por alguna razón, creyó haberse
equivocado de habitación al entrar por la puerta que el inspector Rowland le
había abierto. Esperaba encontrar una habitación fría y poco iluminada, con un
aire a Los intocables de Elliot Ness, pero en su lugar, entró en una luminosa
habitación algo revuelta que destilaba vida por sí misma. Tres de las cuatro
paredes de la habitación estaban decoradas con cuadros con fotografías de
ciudades de todo el mundo. La única que incumplía esta regla mostraba un gran
mapa de Londres y varias pizarras blancas en las que habían colocado las fotos
de cuatro mujeres y varios informes.
— Siéntese, por favor.
Richard Rowland se sentó frente a
ella; el agente MacAvoy tomó sitio a su lado, entre el inspector y ella, con un
cuadernillo en sus rodillas. Una vez instalados cada uno en su sitio se produjo
un silencio incómodo que el joven inspector se aventuró a romper.
— ¿Y bien?
— ¿Perdón?
— Señora Woodlands, le dijo al
agente Rogers que disponía de información importante sobre el caso, que había
visto al asesino. ¿Dónde fue? ¿Y cómo pudo identificarlo?
Querida Madre, dame fuerzas.
¿Cómo se lo digo?
— Verá, yo… le vi matar a una de las
jóvenes del corcho —dijo señalando hacia las fotografías—, la rubia del pelo
rizado.
¡Ay! Los dos policías pegaron un
pequeño brinco en sus respectivas sillas y miraron a la joven con ojos como
platos. Agatha, lo has dicho. Ya no puedes echarte atrás.
— ¿Vio al asesino matar a una de las
víctimas? ¿Usted estuvo presente durante uno de esos asesinatos?
— Sí, vi al asesino. Vi como
mataba a esa mujer —declaró con un suspiro—. Lo vi en un sueño.
¡Maldita la hora en que se te
ocurrió entrar en la comisaría! Los dos policías se miraron sorprendidos antes
de recuperar la compostura. Había decepcionado a aquellos hombres. Esperaban a
un testigo casual escondido entre las sombras y en su lugar tenían delante a
una joven que pretendía burlarse de ellos.
— ¿Un sueño ha dicho? Pero,
¿cómo…?
— Soñé con una figura encapuchada…
se acercó a la muchacha y la dejó inconsciente. Fue en ese momento cuando se
quitó la capucha mostrando al Dios Chacal —las palabras le salían a borbotones
a la joven en un instintivo intento por defenderse—. Sacó un cuchillo
ceremonial con el que abrió a la joven y…
— Ya, y no pudo ver la placa en
el collar del per… ¡Ay! —un codazo por parte de su superior impidió al agente continuar
la broma— Señora, mire…
— Le agradecemos su colaboración,
pero no podemos seguir con la declaración —dijo el inspector levantándose y
abriéndole cortésmente la puerta del despacho— Si nos disculpa, tenemos un
compromiso que atender dentro de unos minutos.
— Pero… yo, inspector…
— Si no le supone ninguna
molestia, continuaremos con esta conversación en otro momento…
— Escuche, ese hombre no es Jack
el Destripador, como afirma la prensa. Con su cuchillo ceremonial extrajo
minuciosamente los órganos de la joven hasta dar con el estómago y…
— ¿Cómo ha dicho? —El inspector
Rowland casi había cerrado la puerta de su despacho detrás de él cuando Agatha
hizo aquella revelación —Warren espéranos fuera.
El inspector volvió a
introducirla en su despacho y cerró la puerta sin que al agente le diese tiempo
para rechistar. Fue entonces cuando Agatha se encontró con esa mirada de ave
rapaz traspasando hasta la última fibra de su ser, llegando hasta lo más
profundo de su alma. Estaban a escasos centímetros el uno del otro, por lo que
no le supuso ningún problema oír su susurro.
— ¿Quién le ha filtrado
información?
— Inspector, nadie…
— ¿Quién le ha filtrado esa
información?
— ¡Nadie! Lo vi en mi sueño.
Aquellos ojos grises le siguieron
taladrando a pesar de que el joven le había dado la espalda para volver a su asiento.
Una vez instalado, le hizo un signo para que se sentara. La joven no pudo
evitar rehuir su furiosa mirada. Al cabo de unos segundos, que se le hicieron
eternos, el policía volvió a hablar. Por aquel tono sosegado y lleno de
autoridad que empleó a continuación, Agatha tuvo claro que esta vez la
escucharía hasta el final.
— La foto que ha señalado, ¿es la
de la joven que vio en su sueño?
— Sí, la joven rubia con el pelo
rizado.
— ¿La vio defenderse de su
agresor?
— No pudo. Lo confundió con un
cliente. En cuanto estuvo lo suficientemente cerca de la joven le lanzó unos
polvos a la cara con los que la dejó inconsciente.
— En realidad era una máscara
ritual que simboliza a Anubis, el Dios Chacal, el dios egipcio del pasaje al Otro
Lado. Ese hombre enmascarado le extrajo varios órganos hasta dar con el
estómago. Fue entonces cuando colocó el órgano en un contenedor hermético y
degolló a su víctima.
Volvió a instaurarse un silencio
sepulcral en la habitación. La mirada del policía había perdido parte de su
dureza, y la joven wiccana encontró fuerzas para volver a mirarle a los ojos.
— Fue esta madrugada cuando nos
informaron del descubrimiento del cadáver de la joven rubia. ¿Cuándo soñó con
ello, señora Woodlands?
— La primera vez fue durante la
Luna de cosecha. Desde entonces no ha habido noche en que no se volviese a
reproducir ese eco.
— ¿La Luna de cosecha? ¿A qué se
refiere?
— Es el nombre que damos a una
luna llena especial, la luna llena del mes de octubre. Es la luna más grande y
brillante de todo el año, al ser la primera luna llena tras el equinoccio de
otoño. Está llena de simbolismos. Este año ha caído en la noche del 1 al 2 de
este mes.
— Fue esa madrugada cuando se
produjeron los tres primeros asesinatos. La noticia me llegó a la mañana
siguiente. Descubrimos el cuarto cadáver anoche, y según el informe que me
pasaron justo antes de su llegada, su asesinato se produjo en la misma fecha.
¿Pertenece usted a algún… círculo especial?
—A una religión especial Soy
wiccana —dijo con una media sonrisa. Al ver la incomprensión de su
interlocutor, decidió explicarse—. Somos descendientes de la religión celta.
Veneramos a la naturaleza y a sus creadores, la Diosa Madre y el Dios Cornudo.
— Dijo que el asesinato se llevó
a cabo mediante algún tipo de ritual. ¿Le resultaba familiar? ¿Ha oído de alguien que lo
practique?
— No, no creo que se trate de un
ritual en sí.
— Pero usted reconoció una
máscara y un cuchillo ceremonial.
— Sí, eso sí. Pero lo que intento
decirle es que no creo que se trate de un asesinato ritual, sino de un
asesinato implicado en un ritual.
— No le sigo. ¿Cuál es la
diferencia?
— Mi aquelarre aborrece tales
actos, pero sé de otros grupos minoristas que los practican. En un asesinato
ritual, la finalidad es el asesinato, o lo que el ritualista consigue con tan
innoble acción. El sacerdote tiene, por lo tanto, unos patrones muy definidos y
de los que no puede salirse, al igual que tampoco debe añadir elementos externos.
Toda intromisión supondría la invalidez del ritual… o la intromisión de fuerzas
no deseadas.
El joven inspector, que había ido
tomando nota de toda la información proporcionada por su interlocutora, se tomó
por fin un respiro para reflexionar.
— Entonces, si lo he entendido
bien, un verdadero practicante nunca habría encubierto el ritual con los
patrones atribuidos a Jack el Destripador. Fuesen cuales fuesen las
consecuencias.
— En efecto. Habría buscado
alguna forma de ocultar el cadáver o deshacerse de él, pero siempre después del
ritual, y sin volver a infligir más daño al cuerpo.
— El asesinato, por lo tanto,
forma parte de un proceso previo a un ritual, según su razonamiento.
— Sí, y por la invocación del
Dios Anubis por parte del ritualista, me inclinaría a pensar en algún ritual
practicado por alguna secta del Antiguo Egipto.
— ¿Una secta?
— No conozco mucho la religión
egipcia, pero sí sé que sentían un gran respeto por los muertos y por la otra
vida. Además, eran muy supersticiosos. Ningún sacerdote se habría aventurado a
profanar el recipiente de un alma humana a menos que estuviese dispuesto a
abrirse a la oscuridad, a menos que buscase algo en las Tinieblas. Además…
— ¿Sí?
— El ritualista, o alguien que
trabaja con él, abrió una puerta hacia la oscuridad esa noche, estoy segura.
— ¿Cómo lo sabe?
— ¿Vio usted la luna llena de esa
noche? ¿La Luna de cosecha?
— Sí, salí tarde de trabajar y he
de reconocer que… en fin, me perturbó.
— Como ya le dije, la Luna de
cosecha es una luna llena de magia. Es la luna que inicia el mes celta de
Samonios, el mes en el que el Dios va debilitándose hasta su muerte en la
siguiente luna llena, la Luna del Cazador. En este mes el velo que separa el
mundo de los vivos y el mundo de los muertos es mucho más fino. Es entonces
cuando comienza la estación sombría, en la que la muerte toca nuestro mundo.
Más tarde, en Yule, el solsticio de invierno, la Diosa le devuelve a la vida, e
irá restableciéndose poco a poco hasta su completa recuperación en Imbolc, en
febrero, dando inicio a la primavera. La luna llena es la máxima expresión de
la Diosa Madre. En esas noches ella nos ofrece su máxima protección, pero temo
que alguien haya aprovechado el poder de esa luna para rasgar el velo que
separa los dos mundos y así acceder a algún poder oscuro de las Tinieblas.
— Entonces… ¿alguien cree haber
rasgado ese velo obteniendo esos órganos?
— No. Aunque un asesinato es un
acto lo suficientemente macabro como para crear una conexión entre el mundo de
los vivos y el de los muertos, por suerte se necesita mucho más para abrir un
camino entre ambos. Llevo tres días dándole vueltas y creo que tanto el rasguño
en el velo como la recolección de esos elementos son los pasos previos a algún
ritual oscuro.
— Recolección. ¿La Luna de
cosecha ha dado algún significado especial a esos órganos?
— En efecto. Los wiccanos creemos
que esta luna da una fuerza especial a las hierbas y productos de cosecha que
recogemos esa noche. Sería lógico pensar que otros la tengan también en cuenta
para obtener partes o sustancias de seres vivos para sus rituales.
— Órganos humanos como parte de
un ritual oscuro —el inspector se llevó las manos en la cara y permaneció
apoyado en la mesa en esta posición durante un tiempo.
— Sé que lo que acabo de contar
le parecerá pura fantasía y superstición, pero…
— Pero lo mire como lo mire,
forma parte de las creencias de esa secta responsable de los asesinatos. ¿Qué
haría usted?
— Investigar la mitología y las
creencias egipcias, sobre todo los elementos propios del paso a la Otra Vida,
el ámbito de Anubis.
— Bien. ¿Tiene… planes para esta
tarde? —el inspector se sonrojó al darse cuenta de la posible malinterpretación
de su pregunta— Quiero decir… le preguntaba si le importaría acompañarme esta
tarde al British para buscar esos elementos del paso a la Otra Vida. Tengo el
convencimiento de que usted sabrá mucho mejor que yo qué buscar.
— Será todo un placer —respondió
la joven wiccana con una sonrisa.