“Child,
magic exists. There are powers and forces and realms
beyond the fields you know.”
«Muchacho, la magia existe. Hay poderes, fuerzas y
reinos
más allá de los campos que conoces.»
Neil
Gaiman
nmersa en sus pensamientos, la joven daba vueltas a un café ya frío cual
témpano de hielo. El ruido de la cucharilla era apenas perceptible. Seria, la
mirada triste y temerosa y un mechón de su sedoso pelo castaño cayendo en
cascada tapándole parte de la cara. Por alguna razón, la imagen le fascinó.
Sintió una lucha interna entre seguir contemplándola un rato más y romper la
magia de aquel momento para decir cualquier cosa que la sacase de aquel
torbellino de pesar. Sin embargo, fue ella misma la que repentinamente volvió a
la realidad y le dirigió una tímida sonrisa forzada al verse el blanco de
aquella intensa mirada.
— Agatha, ¿se encuentra
usted bien? No ha dicho ni una sola palabra desde que salimos de la biblioteca
y está más blanca que el papel.
— No se preocupe, de verdad. Estoy bien.
Es solo que… yo… no me cabe en la cabeza que alguien pueda hacer algo así.
Quiero decir… sé que desde los tiempos más remotos el fanatismo y el ansia de
poder han llevado al ser humano a romper las leyes de la naturaleza para
conseguir sus objetivos, pero esto… un nigromante invocando fuerzas del mundo
de los muertos… lo creía más propio de la Era Oscura, de la Edad Media. Creía
que hacía ya tiempo que se habían abandonado estas prácticas.
— ¿Cree que un mago está detrás
de todo esto?
— Yo no lo simplificaría
de esa forma. Los términos «mago» o «brujo» se asocian a personas que o bien
nacen con la capacidad de usar la magia o la aprenden a través de libros que otorgan
el control sobre la magia a los practicantes. Sin embargo, ésta viene de
fuerzas superiores, ya que no es parte de nuestro mundo. Son los seres
espirituales y la propia Diosa los que, al acceder a otras dimensiones, nos
ponen en armonía con la magia cuando se lo pedimos. Los nigromantes son arena
de otro costal. Ellos toman el control sobre las almas de otras personas para
obligarlas a darles acceso a la magia, y como se imaginará, esta magia impura no
se destina a ayudar al prójimo precisamente.
— El personaje al que
estamos siguiendo la pista se está desvelando cada vez más peligroso. No solo
pretende traer a alguien de vuelta al mundo de los vivos, sino que, además, lo
hacer mediante magia negra. ¿Hay alguna forma de encontrar información sobre
esta magia negra?
— ¡No! —La exclamación de
horror de la joven bruja le indicó hasta qué punto se había metido en arenas
movedizas— Perdón. La magia negra es mejor no tocarla. Hay otras formas de
reconocer sus signos sin mezclarse con ella. Lo más lógico sería pensar que
esta secta no es nueva. Podría rastrear los elementos de que disponemos en los
anales de mi congregación, y tal vez consultar con nuestros hermanos en Egipto…
— Preferiría que no comentase nada de
esto con nadie, aunque eso nos cerrase algunas puertas de consulta. No puede ni
imaginarse hasta dónde se extienden los contactos de la prensa o sus recursos,
y si lo más mínimo saliese a la luz, pondríamos en alerta a la secta. —Viendo
el evidente bochorno que la joven estaba pasando en estos momentos, se apresuró
a restarle importancia— Pero, le agradezco su ofrecimiento, y toda la
información que pueda conseguir de sus libros será más que bienvenida.
— Me temo que mis hermanos ya están
enterados de esto, inspector, al menos de algunos aspectos. —La joven bruja
inició su confesión cabizbaja y con la mirada puesta en su café— Como le dije,
vi lo que pasó aquella noche, y a los pocos días de producirse hablé de mis
sueños con la congregación. Ninguno de mis hermanos había visto lo mismo que
yo, pero todos ellos habían sentido que algo había pasado, que una oscuridad se
había desatado. Nuestra Suma Sacerdotisa creyó conveniente dejarlo pasar por el
momento en espera de nuevas noticias. No creyó que se tratase de algo serio, si
no de los actos de alguien que no estaba en su sano juicio. Fue entonces cuando
resolví hablar con ustedes, tenía un muy mal presentimiento.
El silencio que se produjo
a continuación fue realmente incómodo. Definitivamente, Richard no esperaba que
alguien más estuviese al corriente. Se reclinó en su asiento y empezó a
considerar las nuevas piezas que hasta entonces habían permanecido ocultas en
el tablero. «Vi lo que pasó aquella
noche, y a los pocos días de producirse hablé de mis sueños con la
congregación. Ninguno de mis hermanos había visto lo mismo que yo, pero todos
ellos habían sentido que algo había pasado, que una oscuridad se había
desatado.» ¿A cuántas personas implicaba esa congregación? Agatha le había
manifestado las buenas intenciones de su gente, pero ¿hasta qué punto podía ser
esto cierto? ¿Podría esconderse el asesino dentro de uno de estos círculos de
brujos? Esa Suma Sacerdotisa resolvió no darle importancia, pero ¿lo hizo
porque no creyó a Agatha? ¿No veía posible que hubiese algo más oscuro en todo
esto? O tal vez… ¿podría estar ella implicada? Una cosa era segura: no habían
contactado con la prensa, lo que al menos les había garantizado la
confidencialidad del caso.
— ¿Sería posible hablar con su
superiora? —Agatha dio un brinco al volver a oír su voz— ¿Cree que nos ayudaría
con el caso sin implicar al resto de los hermanos?
— No acostumbramos a guardar secretos
entre nosotros, pero supongo que no es tan descabellada la idea de que la
oscuridad se esté ocultando bajo la luz.
— Señora Woodlands, no era mi intención
dar a entender que su gente… —La suave risa de Agatha le interrumpió. — Lamento
haberme expresado así.
— Y sin embargo es lo que está pensando,
¿no es cierto? La Gran Madre me libre de equivocarme, pero no creo que el
asesino se oculte entre mi congregación. Por las demás, no puedo hablar. Todas
aspiramos al Bien Supremo, pero…
— Las ovejas negras pueden darse incluso
en las mejores familias.
— Curiosa manera de expresarlo, pero sí.
No estoy segura de que la Suma Sacerdotisa deje entrar a un extraño en nuestro
lugar de encuentro, pero haré todo lo que esté en mi mano para convencerla de
que hable con usted. Tiene mi palabra.
— Gracias. Y ahora permítame que le
indique al camarero que se lleve su café para calentarlo. A estas alturas
estará absolutamente imbebible.
***
Por fin había anochecido. El Sol ya navegaba
por el Duat, ignorante de cuanto acontecía en el mundo de los hombres. Había
llegado el corto reinado de Apophis la Serpiente y, como cada noche, debían
aprovechar al máximo el tiempo que su señor les brindaba. No había tiempo que
perder.
Todos los miembros del culto se
dirigieron a la cripta en la que habían dispuesto el descanso de su maestro
portando todo aquello que necesitaban para el ritual. Nada más llegar, el
Primer Sacerdote de Anubis encendió la antorcha de la entrada y, acto seguido,
la luz se reflejó en los espejos cuidadosamente dispuestos iluminando
completamente la sala. Podían empezar. Retiraron la comida de la noche anterior
y dispusieron la nueva en el pequeño altar que había junto a la escalinata del
altar principal, donde descansaba el cuerpo. A continuación, verificaron que
los vasos canopes estuviesen dispuestos alrededor del cuerpo en la posición
correcta y procedieron a cambiar los amuletos mágicos con los que protegían a
su venerado maestro por otros nuevos, ya cargados con la energía de la vida.
Por último, para dar fin al ritual de
preservación, entonaron los salmos mágicos de los Textos Prohibidos para evitar
que el Gran Maestro fuera detectado en el Duat y llevado ante el juicio de
Osiris. Sólo ellos tenían acceso a aquellos textos pertenecientes a un antiguo
Libro de los Muertos que cayó en manos de su fundador. Le llamaron hereje, el
Hacedor de la Oscuridad, servidor de Setesh, y muy pronto el mundo sería
testigo de su verdadero poder.
Ya quedaba poco. La puerta al Duat se
había abierto el tiempo suficiente durante la primera luna del mes de Hut-Hor
como para cargar los órganos con su energía durante su recogida, y para la
primera luna de Ka-Hor-Ka todo estaría listo para la caza. Desde el momento en
que completaron la primera parte del ritual otorgando a su maestro los nuevos órganos
habían estado transmitiéndole cada noche una parte de su ka, su fuerza vital. En sólo unos días más, el ba de su maestro, su alma, dispondría del ka suficiente como para vagar por el mundo junto a ellos en busca
del poder de los dioses. Sólo unos días más para la siguiente luna llena…
***
Tenía que ser un error. Un error o que
ella misma tratase de confundirle. Agahta se había negado a darle las señas del
lugar al que se dirigían, así que Richard se había limitado a seguirla por
medio Londres. Habían pasado por la Torre, bordeado el Támesis hasta Westminster,
atravesado Saint James Park y habían acabado en Cromwell Road. ¡Justo frente al
Museo de Historia Natural! ¡Dos horas! ¡Le había tenido dos horas caminando por
Londres para llevarle al Museo de Historia Natural! Y lo peor de todo era que
Richard la había seguido sin decir media palabra, más pendiente de su hermosa
melena castaña que de lo que estaba pasando… ¡hasta ahora!
La superiora de la congregación wiccana
de Agatha había dado finalmente su consentimiento para que Richard accediese a
su sede para discutir con ella los entresijos del caso, y tal vez, acceder a
sus archivos en busca de ritos semejantes al que les ocupaba. O eso esperaba.
Esas habían sido sus esperanzas al salir los dos de la cafetería que había
frente a la comisaría donde habían cenado rápidamente un sándwich antes de
ponerse en marcha. No sabía qué sentía en esos momentos. ¿Rabia? ¿Frustración?
¿Decepción? Había confiado en esa mujer y todo parecía indicarle que se había
reído de él. Alguna brizna de sus pensamientos debió de reflejarse en su
rostro.
— No, inspector, no me he equivocado. Hemos
llegado… bueno, casi— la sonrisa de la joven disipó las dudas de Richard—. Siento
haberle dado un paseo tan grande por la ciudad.
— Pero, ¿por qué? ¿Por qué tanto
secretismo si finalmente iba a mostrarme dónde se encuentra la sede de su
congregación? ¿Y por qué no hemos cogido el metro? Está abierto hasta tarde, y
habríamos llegado en menos de tres cuartos de hora.
— Porque debía asegurarme —la respuesta
de Agatha tardó en llegar, pero cuando lo hizo, le dejó perplejo—. Tenía que
saber a ciencia cierta que la Gran Madre le permitía adentrarse en la sede y conocer
nuestros secretos. Siento haberle hecho pasar por estas pruebas.
— ¿Pruebas? ¿Qué pruebas?
— Me ha seguido por media ciudad sin una
sola protesta. Ha confiado en mí, ha abierto su corazón a lo que su mente no
comprende y me ha dejado guiarle. Hemos pasado por el río y por el parque,
lugares protegidos por la Diosa, y ella ha guiado sus pasos. Ha habido incluso un
momento en el que, en el parque, ha tomado usted el camino por su cuenta guiado
por Ella. Ha demostrado ser digno de recibir los conocimientos que nos
solicita.
La radiante sonrisa de la bruja calmó su
temperamento. Su rostro perdió toda la tensión que había acumulado y, por
alguna extraña razón, se contagió de la hermosa sonrisa de Agatha. Seguía sin
entender qué había pasado y la explicación de la joven no le pareció nada
convincente, pero daba igual. Algo en su corazón le dijo que mientras ella le
sonriese de esa forma, todo estaría bien.
Se quedó observando maravillado la bella
fachada del Ciné Lumière de Queensberry Plane mientras Agatha hablaba con
alguien por el interfono del hotel de enfrente.