domingo, 6 de noviembre de 2016

Las puertas de Samhain - CAPÍTULO 5. NECROMANTIA


“Child, magic exists. There are powers and forces and realms
beyond the fields you know.”

«Muchacho, la magia existe. Hay poderes, fuerzas y reinos
más allá de los campos que conoces.»


Neil Gaiman


nmersa en sus pensamientos, la joven daba vueltas a un café ya frío cual témpano de hielo. El ruido de la cucharilla era apenas perceptible. Seria, la mirada triste y temerosa y un mechón de su sedoso pelo castaño cayendo en cascada tapándole parte de la cara. Por alguna razón, la imagen le fascinó. Sintió una lucha interna entre seguir contemplándola un rato más y romper la magia de aquel momento para decir cualquier cosa que la sacase de aquel torbellino de pesar. Sin embargo, fue ella misma la que repentinamente volvió a la realidad y le dirigió una tímida sonrisa forzada al verse el blanco de aquella intensa mirada.

            — Agatha, ¿se encuentra usted bien? No ha dicho ni una sola palabra desde que salimos de la biblioteca y está más blanca que el papel.

— No se preocupe, de verdad. Estoy bien. Es solo que… yo… no me cabe en la cabeza que alguien pueda hacer algo así. Quiero decir… sé que desde los tiempos más remotos el fanatismo y el ansia de poder han llevado al ser humano a romper las leyes de la naturaleza para conseguir sus objetivos, pero esto… un nigromante invocando fuerzas del mundo de los muertos… lo creía más propio de la Era Oscura, de la Edad Media. Creía que hacía ya tiempo que se habían abandonado estas prácticas.

            — ¿Cree que un mago está detrás de todo esto?

            — Yo no lo simplificaría de esa forma. Los términos «mago» o «brujo» se asocian a personas que o bien nacen con la capacidad de usar la magia o la aprenden a través de libros que otorgan el control sobre la magia a los practicantes. Sin embargo, ésta viene de fuerzas superiores, ya que no es parte de nuestro mundo. Son los seres espirituales y la propia Diosa los que, al acceder a otras dimensiones, nos ponen en armonía con la magia cuando se lo pedimos. Los nigromantes son arena de otro costal. Ellos toman el control sobre las almas de otras personas para obligarlas a darles acceso a la magia, y como se imaginará, esta magia impura no se destina a ayudar al prójimo precisamente.

            — El personaje al que estamos siguiendo la pista se está desvelando cada vez más peligroso. No solo pretende traer a alguien de vuelta al mundo de los vivos, sino que, además, lo hacer mediante magia negra. ¿Hay alguna forma de encontrar información sobre esta magia negra?

            — ¡No! —La exclamación de horror de la joven bruja le indicó hasta qué punto se había metido en arenas movedizas— Perdón. La magia negra es mejor no tocarla. Hay otras formas de reconocer sus signos sin mezclarse con ella. Lo más lógico sería pensar que esta secta no es nueva. Podría rastrear los elementos de que disponemos en los anales de mi congregación, y tal vez consultar con nuestros hermanos en Egipto…

— Preferiría que no comentase nada de esto con nadie, aunque eso nos cerrase algunas puertas de consulta. No puede ni imaginarse hasta dónde se extienden los contactos de la prensa o sus recursos, y si lo más mínimo saliese a la luz, pondríamos en alerta a la secta. —Viendo el evidente bochorno que la joven estaba pasando en estos momentos, se apresuró a restarle importancia— Pero, le agradezco su ofrecimiento, y toda la información que pueda conseguir de sus libros será más que bienvenida.

— Me temo que mis hermanos ya están enterados de esto, inspector, al menos de algunos aspectos. —La joven bruja inició su confesión cabizbaja y con la mirada puesta en su café— Como le dije, vi lo que pasó aquella noche, y a los pocos días de producirse hablé de mis sueños con la congregación. Ninguno de mis hermanos había visto lo mismo que yo, pero todos ellos habían sentido que algo había pasado, que una oscuridad se había desatado. Nuestra Suma Sacerdotisa creyó conveniente dejarlo pasar por el momento en espera de nuevas noticias. No creyó que se tratase de algo serio, si no de los actos de alguien que no estaba en su sano juicio. Fue entonces cuando resolví hablar con ustedes, tenía un muy mal presentimiento.

            El silencio que se produjo a continuación fue realmente incómodo. Definitivamente, Richard no esperaba que alguien más estuviese al corriente. Se reclinó en su asiento y empezó a considerar las nuevas piezas que hasta entonces habían permanecido ocultas en el tablero. «Vi lo que pasó aquella noche, y a los pocos días de producirse hablé de mis sueños con la congregación. Ninguno de mis hermanos había visto lo mismo que yo, pero todos ellos habían sentido que algo había pasado, que una oscuridad se había desatado.» ¿A cuántas personas implicaba esa congregación? Agatha le había manifestado las buenas intenciones de su gente, pero ¿hasta qué punto podía ser esto cierto? ¿Podría esconderse el asesino dentro de uno de estos círculos de brujos? Esa Suma Sacerdotisa resolvió no darle importancia, pero ¿lo hizo porque no creyó a Agatha? ¿No veía posible que hubiese algo más oscuro en todo esto? O tal vez… ¿podría estar ella implicada? Una cosa era segura: no habían contactado con la prensa, lo que al menos les había garantizado la confidencialidad del caso.

— ¿Sería posible hablar con su superiora? —Agatha dio un brinco al volver a oír su voz— ¿Cree que nos ayudaría con el caso sin implicar al resto de los hermanos?

— No acostumbramos a guardar secretos entre nosotros, pero supongo que no es tan descabellada la idea de que la oscuridad se esté ocultando bajo la luz.

— Señora Woodlands, no era mi intención dar a entender que su gente… —La suave risa de Agatha le interrumpió. — Lamento haberme expresado así.

— Y sin embargo es lo que está pensando, ¿no es cierto? La Gran Madre me libre de equivocarme, pero no creo que el asesino se oculte entre mi congregación. Por las demás, no puedo hablar. Todas aspiramos al Bien Supremo, pero…

— Las ovejas negras pueden darse incluso en las mejores familias.

— Curiosa manera de expresarlo, pero sí. No estoy segura de que la Suma Sacerdotisa deje entrar a un extraño en nuestro lugar de encuentro, pero haré todo lo que esté en mi mano para convencerla de que hable con usted. Tiene mi palabra.

— Gracias. Y ahora permítame que le indique al camarero que se lleve su café para calentarlo. A estas alturas estará absolutamente imbebible.


***

Por fin había anochecido. El Sol ya navegaba por el Duat, ignorante de cuanto acontecía en el mundo de los hombres. Había llegado el corto reinado de Apophis la Serpiente y, como cada noche, debían aprovechar al máximo el tiempo que su señor les brindaba. No había tiempo que perder.

Todos los miembros del culto se dirigieron a la cripta en la que habían dispuesto el descanso de su maestro portando todo aquello que necesitaban para el ritual. Nada más llegar, el Primer Sacerdote de Anubis encendió la antorcha de la entrada y, acto seguido, la luz se reflejó en los espejos cuidadosamente dispuestos iluminando completamente la sala. Podían empezar. Retiraron la comida de la noche anterior y dispusieron la nueva en el pequeño altar que había junto a la escalinata del altar principal, donde descansaba el cuerpo. A continuación, verificaron que los vasos canopes estuviesen dispuestos alrededor del cuerpo en la posición correcta y procedieron a cambiar los amuletos mágicos con los que protegían a su venerado maestro por otros nuevos, ya cargados con la energía de la vida.  

Por último, para dar fin al ritual de preservación, entonaron los salmos mágicos de los Textos Prohibidos para evitar que el Gran Maestro fuera detectado en el Duat y llevado ante el juicio de Osiris. Sólo ellos tenían acceso a aquellos textos pertenecientes a un antiguo Libro de los Muertos que cayó en manos de su fundador. Le llamaron hereje, el Hacedor de la Oscuridad, servidor de Setesh, y muy pronto el mundo sería testigo de su verdadero poder.


Ya quedaba poco. La puerta al Duat se había abierto el tiempo suficiente durante la primera luna del mes de Hut-Hor como para cargar los órganos con su energía durante su recogida, y para la primera luna de Ka-Hor-Ka todo estaría listo para la caza. Desde el momento en que completaron la primera parte del ritual otorgando a su maestro los nuevos órganos habían estado transmitiéndole cada noche una parte de su ka, su fuerza vital. En sólo unos días más, el ba de su maestro, su alma, dispondría del ka suficiente como para vagar por el mundo junto a ellos en busca del poder de los dioses. Sólo unos días más para la siguiente luna llena…



***

Tenía que ser un error. Un error o que ella misma tratase de confundirle. Agahta se había negado a darle las señas del lugar al que se dirigían, así que Richard se había limitado a seguirla por medio Londres. Habían pasado por la Torre, bordeado el Támesis hasta Westminster, atravesado Saint James Park y habían acabado en Cromwell Road. ¡Justo frente al Museo de Historia Natural! ¡Dos horas! ¡Le había tenido dos horas caminando por Londres para llevarle al Museo de Historia Natural! Y lo peor de todo era que Richard la había seguido sin decir media palabra, más pendiente de su hermosa melena castaña que de lo que estaba pasando… ¡hasta ahora!

La superiora de la congregación wiccana de Agatha había dado finalmente su consentimiento para que Richard accediese a su sede para discutir con ella los entresijos del caso, y tal vez, acceder a sus archivos en busca de ritos semejantes al que les ocupaba. O eso esperaba. Esas habían sido sus esperanzas al salir los dos de la cafetería que había frente a la comisaría donde habían cenado rápidamente un sándwich antes de ponerse en marcha. No sabía qué sentía en esos momentos. ¿Rabia? ¿Frustración? ¿Decepción? Había confiado en esa mujer y todo parecía indicarle que se había reído de él. Alguna brizna de sus pensamientos debió de reflejarse en su rostro.

— No, inspector, no me he equivocado. Hemos llegado… bueno, casi— la sonrisa de la joven disipó las dudas de Richard—. Siento haberle dado un paseo tan grande por la ciudad.

— Pero, ¿por qué? ¿Por qué tanto secretismo si finalmente iba a mostrarme dónde se encuentra la sede de su congregación? ¿Y por qué no hemos cogido el metro? Está abierto hasta tarde, y habríamos llegado en menos de tres cuartos de hora.

— Porque debía asegurarme —la respuesta de Agatha tardó en llegar, pero cuando lo hizo, le dejó perplejo—. Tenía que saber a ciencia cierta que la Gran Madre le permitía adentrarse en la sede y conocer nuestros secretos. Siento haberle hecho pasar por estas pruebas.

— ¿Pruebas? ¿Qué pruebas?

— Me ha seguido por media ciudad sin una sola protesta. Ha confiado en mí, ha abierto su corazón a lo que su mente no comprende y me ha dejado guiarle. Hemos pasado por el río y por el parque, lugares protegidos por la Diosa, y ella ha guiado sus pasos. Ha habido incluso un momento en el que, en el parque, ha tomado usted el camino por su cuenta guiado por Ella. Ha demostrado ser digno de recibir los conocimientos que nos solicita.

La radiante sonrisa de la bruja calmó su temperamento. Su rostro perdió toda la tensión que había acumulado y, por alguna extraña razón, se contagió de la hermosa sonrisa de Agatha. Seguía sin entender qué había pasado y la explicación de la joven no le pareció nada convincente, pero daba igual. Algo en su corazón le dijo que mientras ella le sonriese de esa forma, todo estaría bien.


Se quedó observando maravillado la bella fachada del Ciné Lumière de Queensberry Plane mientras Agatha hablaba con alguien por el interfono del hotel de enfrente.